Cuando hablamos de desalación nos referimos a un proceso mediante el que es posible la eliminación de las sales del agua de mar o masas salobres, con el objetivo de que el resultado pueda ser utilizado para producir agua potable para consumo o regadío. En un estudio de la ONU de 2018 se habla de unas 16 000 plantas desalinizadoras en el mundo, ubicadas en 177 países. Su producción en cuanto a volumen de agua es el equivalente a casi la mitad del caudal medio de las cataratas del Niágara. Dos años después la cifra había subido a 16 876 instalaciones. En nuestro país podemos encontrar en torno a unas 900 desalinizadoras listas para producir alrededor de 4 500 millones de litros de agua desalada al día.
Los datos colocan a España en el primer país europeo y cuarto en el mundo en capacidad de obtener agua del mar, siendo las zonas más desarrolladas en cuanto a desaladoras las del litoral mediterráneo, Baleares y Canarias. Esta posición se deriva de las necesidades impuestas por un claro desequilibrio entre la disponibilidad de recursos y la demanda, situación agravada a causa del cambio climático.
La separación con membranas de ósmosis inversa es, entre las distintas tecnologías existentes, el proceso que presenta una mejor relación entre la calidad de agua producida y los costes necesarios para conseguirlo. Esta técnica debe, en primer lugar, someter al agua de mar a un tratamiento previo que elimine las sustancias susceptibles de atascar el sistema o dañar las membranas. El agua llega a continuación a las membranas de ósmosis inversa, donde va a ser sometida a presiones de entre 50 y 90 atmósferas. De esta manera se pueden producir 45 litros de agua desalada de cada 100 litros de agua marina. Pero ¿qué hacemos con la salmuera resultante? No se puede devolver al mar así porque sí, porque afectaría a los ecosistemas, por lo que se estudia detenidamente el lugar y la forma de esa dilución más oportunas, sin que redunde en el entorno.
Pero este proceso tiene un elevado gasto energético que alcanza los 2,3 kilovatios-hora por cada 1000 litros producidos. La llegada de nuevas tecnologías han propiciado la reducción de consumo de energía mediante elementos como los intercambiadores cerámicos de presión y la turbina Pelton para la recuperación de energía. A mejor rendimiento económico del proceso más opciones para su instalación.
La desalinización por ósmosis inversa permite acrecentar la oferta de agua potable en zonas que de recursos hídricos menguantes en momentos como el que atravesamos, de cruel sequía. Las desalinizadoras van a suponer una ayuda inestimable para afrontar esta compleja situación y un futuro marcado indefectiblemente por su crecimiento, debido al cambio climático.
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